Hace unos días, cenando con una amiga en un tailandés de dudosa cocina, hablamos sobre nuestro futuro, nuestro trabajo, los deseos y las ambiciones que tenemos para esta vida. Y hablando sobre la cuarentena, escribir y estar tanto tiempo en casa, me propuso que por qué no hablaba sobre cómo no tener cargo de conciencia al hacer lo que nos gusta. El tener hobbies, dedicarle tiempo a algo que no tiene ningún propósito productivo o monetario específico. Dicho de otra forma, perder el tiempo, que se podría invertir en trabajo o en algo que tenga que ver con el trabajo, para realizar una actividad que no tiene ningún fin económico. Sino el del simple placer. La simple alegría de vivir.
Estas dos consideraciones me parecen motivo más que suficiente para darle una patada a la idea de que tenemos que estar día sí y día también en la rueda de hámster, corriendo de un lado a otro como pollo sin cabeza (o cuerpo sin alma), y adentrarnos en el arte que es la vida.
Porque la vida es un arte. Y el arte es vida.
Hay un tema que me preocupa bastante, y es el de la culpabilidad que surge a la hora de hacer lo que nos gusta. Tener cargo de conciencia porque, en nuestro tiempo libre, estemos leyendo y no trabajando. Bailando y no haciendo más cursos formativos online. Escribiendo y no salvando al mundo. Sentir culpabilidad porque disfrutamos de algo que nos gusta, aunque a final de mes no nos vaya a aumentar la cuenta bancaria ni nos vaya a asegurar un ascenso.
Se podría llegar a considerar que no sirve para nada, que no sale ningún fruto palpable de que uno esté un sábado por la tarde pintando una acuarela o que otro esté tocando la guitarra. Pero la realidad es que sí sirve. Y mucho. Porque lo que desencadena es que vivamos más, sintamos más, crezcamos más. Nos convirtamos más en nosotros mismos.
Personalmente, no tengo ningún tipo de cargo de conciencia o malestar cuando hago algo por el simple hecho de que me gusta, de sentir, de experimentar distintas emociones y situaciones y actividades, de estar presente y no pensar todo el rato esto para qué. No creo en la hiperproductividad ni en estar constantemente estresada. Tampoco en vivir para trabajar. Tal como yo lo veo, deberíamos trabajar para vivir. Y no siento ningún tipo de culpabilidad al dedicarle tiempo a mis aficiones, porque veo un resultado muy claro. La formación del propio carácter, de la propia persona. Y, ante todo, el hecho de hacer de la vida lo que verdaderamente se merece. Es decir, ser plenamente vivida.
El trabajo es una parte importante de nuestra vida, eso no se puede ni se debe negar. En él crecemos y aprendemos, nos formamos y nos ponemos a prueba. Desarrollamos habilidades y nos dirigimos hacia un fin. Podemos aportar algo bueno y necesario para el bienestar general. Nos permite tener ingresos y mantenernos y, si se tiene suerte, puede ser muy divertido. Pero igualmente no se puede vivir bien teniéndolo como lo más importante. Porque no lo es. Es importante, pero no lo más. En él no reside nuestra esencia, ni quiénes somos ni el valor que tenemos. Y creo que parte del proceso de madurar consiste en saber darle a las cosas su debida importancia. Entre ellas, al trabajo.
Obviamente, cada uno es libre de hacer lo que le parezca mejor. Si quieres trabajar veinte horas al día, porque es lo tuyo, lo que te motiva, te hace feliz y te hace libre, adelante. Pero no creo que la mayoría de gente que trabaja tanto, se sienta así. Y ahí está el núcleo de toda la cuestión, el preguntarse por qué. ¿Nos gusta? ¿Nos hace felices? ¿Nos hace libres?
Supongo que este cargo de conciencia que a veces se cuela, se debe a la creencia de que no nos lo merecemos. De que no nos merecemos ese bienestar y alegría. Pero el punto de partida para despedirnos de este visitante indeseado es tener la certeza de que, estando en esta tierra, nos lo merecemos. Todos. Nos merecemos dedicarle tiempo, dedicarle dinero y dedicarle nuestro yo más verdadero a lo que nos gusta.
Porque el sufrimiento nos llegará. Esos momentos en los que no le veamos nada a la vida, ni la gracia ni la razón ni las ganas. Es parte del camino. Una parte inevitable que hace lo bonito más bonito aún. Y para eso tenemos que descubrir qué hace a la vida buena, apasionante, divertida e irresistible. Y perseguirlo. Ir a por ello. Darnos a ello. Ya sea una persona con la que nos gusta mucho hablar sobre todo y nada, nuestros seres queridos, una afición, un libro, una puesta de sol. Lo que sea. Hay que ir a por ello y no soltarlo. Dedicarle tiempo. Porque la vida corre. Y puede que así le ganemos la carrera.
Una entrevista
Manteniéndonos en la temática del trabajo y el placer, esta entrevista a Jesús Terrés esconde alguna que otra joyita entre sus líneas. Sin pelos en la lengua y sin venderse a nadie. Lo que dice, más claro, agua.
Creo que la educación emocional debería tener más espacio en nuestras vidas y en nuestras empresas, porque sin ella acabamos dándole importancia solo a lo urgente. Y luego quedamos con alguien y hablamos solo de gilipolleces. Lo que yo quiero saber es cómo estás, si te has enamorado, cómo te llevas con tu padre, en vez de si has conseguido tal o si te vas de vacaciones no sé donde. Qué aburrimiento.
Leo casi todo lo que escribe, y pocas veces he estado en desacuerdo con lo que publica. Hay que ir más al núcleo de las cosas, buscar adentro, sacar las emociones y ser sinceros. La vida es corta, y cuanto antes le perdamos el miedo a la emoción, mejor.
Una canción
Su voz es de una nitidez y calidez inigualable.
Un sillón, un café, una ventana, ninguna distracción. Y que empiece a sonar esta canción. Uno de los pequeños placeres de vivir.
If love is overrated, let me be the one who is naive.
Un poema (o dos)
De uno de mis poetas preferidos en lengua española, Luis Alberto de Cuenca, dos de mis haikus preferidos. Con pocas palabras, tanto.
Hasta hace un par de años no sabía lo que eran los haikus (hasta ahí ha ido a para mi incultura sobre la poesía y sus distintos metros), pero desde que los descubrí de la mano de este gran poeta, no los he dejado de disfrutar.
Una cita
Escribir este diario implica un viaje. Si leer es haber leído y vivir es haber vivido. ¿Qué es escribir?
Escribir es conseguir que lo leído y lo vivido duren cinco minutos más.
Xacobe Pato Gigirey
Una cuenta de Instagram
La de Xacobe Pato Gigirey, @xpgigirey. Hace ya unos cuantos años que sigo a la cuenta de Xacobe y sus entradas semanales a modo de diario personal. Siempre me ha fascinado la gente que consigue mantener la constancia de llevar un diario, pero más me fascina cuando son diarios con pensamientos y meditaciones audaces, sinceras y,la mayoría de veces, divertidas. Sus entradas están escritas con un estilo fenomenal, informal pero culto, descriptivo pero conciso, gracioso pero profundo. Se nota que tiene talento para la lectura (es librero de profesión y sus recomendaciones suelen ser muy buenas), que ha leído mucho y a muchos. Pero también se nota que tiene gran talento para la escritura, que escribe lo que quiere y como quiere. Como él dice, juntando las palabras de la mejor forma que supe.
Con el título Seré feliz mañana, publicado por la editorial Espasa, han quedado reunidas parte de estas entradas. But the show must go on. Cada semana, sigue habiendo algo nuevo que leer en su cuenta. Y merece mucho la pena.
La felicidad en menos de 140 caracteres
Desayunar con alguien a quien quieres.
Una pregunta
Qué don desearías tener?
Y esto es todo por hoy. Espero que te haya gustado esta carta y que hayas descubierto algo interesante.
Ten cuidado y ponte la mascarilla.
Te escribo en dos semanas.
P.D. Si no llegaste a leer la primera carta, la puedes encontrar aquí.
Si te ha gustado esta carta, ¿por qué no compartirla?
Si no estás suscrito y sólo de paso por aquí, pero te ha gustado lo que has leído, ¿por qué no hacerlo?
Si tienes preguntas, los comentarios estás abiertos a todos. También me encantaría saber qué opinas.
Si ves que tinyhello le puede gustar a alguien más, compártelo. Todos son bienvenidos en este espacio abierto a las ideas.