El otro día, no recuerdo bien ni cuándo ni dónde, estaba escuchando un podcast -que tampoco recuerdo bien cuál era- en el que uno de los interlocutores explicaba el origen de la palabra esnob. Creo que era Mauricio Wiesenthal en el Hotel Jorge Juan, pero me puedo estar equivocando.
La cuestión es que la palabra snob tiene su origen -según dicen- en el S.XVIII en Gran Bretaña. En concreto en las universidades de élite, como Oxford y Cambridge. A los alumnos que no tenían título nobiliario, por cuyas venas no corría sangre azul, se les ponía en el expediente sine nobilitate, es decir, sin nobleza, es decir, s-nob en forma abreviada. Una terminología que ha evolucionado drásticamente a lo largo de los años para referir ahora a personas que solo tratan con gente de una clase social superior.
Pero cuando uno piensa en el origen de la palabra, en cómo surgió, es una locura que haya evolucionado hasta lo que significa hoy en día. Unos pobres chavales, estudiosos, posiblemente los primeros de su familia en ir a la universidad , que quieren investigar, recibir la mejor educación posible, y que encima quedan marcados desde el principio por no ser nobles. ¿Cómo se llega de eso a significar una persona con la nariz arrugada, que mira a los de una clase inferior con desdén? ¡Si ellos eran los de la clase inferior!
Pensándolo, llegué a la conclusión de que esta evolución sólo se podía dar porque los nobles querían no solo marcar a estos chicos, sino que también sintiesen esa connotación negativa, esa marca. Que sintiesen el ‘no eres de los nuestros pero encima eres un pobretón aspirante que nunca va a llegar a pertenecer’. Y así se ha quedado. Una palabra con una significación muy negativa y que, en un principio, tenía una función que ahora despreciaríamos profundamente.
No sé por qué este tema me llamó tanto la atención. Supongo que por el efecto que tiene el tiempo sobre las palabras y que, cuando conocemos su origen, se empieza a desmantelar por completo lo que entendemos bajo ese término y empiezan a ser visibles estructuras de poder que, si se presta uno a mirar, son horribles.
Supongo también que me da pena y rabia esta condescendencia con los demás, ese ‘si no eres de los nuestros’, de pura sangre, no mereces estar aquí. Y este es un tema que, cuando se vive en el extranjero durante bastante tiempo, se aprende a percibir. Nunca serás completamente de los suyos, siempre habrá algo que te diferencie.
Por eso, la propia identidad nacional se refuerza cuando uno está fuera de casa. Porque se siente, en parte, ese no pertenecer. Y la reacción natural es contestar ‘bueno, esque yo tampoco quiero’. No por ello dejas de amar esa cultura que no acaba de ser tuya. La quieres, en parte la entiendes y la compartes, y ella te acaba apreciando a ti. Y es en esa estima bidireccional donde está la diferencia con los estudiantes s-nob. Porque, de alguna forma y al final, te acabas sintiendo parte.
Una cosa que sí decía Mauricio Wiesenthal en su conversación con Javier Aznar es que él era amante de muchas culturas. Alemana, suiza, francesa, española, inglesa. Las influencias le venían por todos lados. En definitiva, era amante de la cultura europea. Y qué bien comprendo ese sentimiento. Amar lo propio, pero amar también lo ajeno. Te curte, te expande, y te hace valorar lo que te ha sido dado.
Cuando estamos en nuestra propia casa, en nuestra cultura, tendemos a sólo ver la mugre, lo que está mal, la suciedad que está en la superficie. Pero cuando salimos, cuando nos vemos confrontados con el polvo de otros sitios, percibimos lo que reluce en nuestra casa, los tesoros que hay, la riqueza que alberga. Y la aprendemos a valorar. No dejamos de apreciar a los que nos han acogido en el extranjero -si lo han hecho de forma grata-, pero dentro, en nuestra casa, empezamos a querer todo mucho más.
Por eso es importante viajar. Por eso es importante entremezclarse. Con distintos países, con distintas gentes, con distintas culturas y sí, también, con distintas clases. Porque aunque se quiera negar, en una realidad que sigue estando presente. Y lo que nos cura de ser cortos de miras, de solo ver nuestro propio ombligo, es salir. Es ver. Es oler y escuchar y entender. Y ver que hay gentes distintas con orígenes y costumbres distintas, y que eso está bien. Nos lleva a no poner esnob en expedientes, a no desentendernos de los demás que están fuera de nuestras fronteras o de nuestro barrio, y a valorar esas nuevas experiencias que inevitablemente traen consigo.
No es hacer turismo. Es viajar, ver y vivir. Ahí está la cura de tantos problemas.
Un libro
Ahora mismo estoy con Zona de Obras, de Leila Guerriero, y me está encantando. Es una colección de textos y conferencias que giran entorno al oficio de escribir, del periodismo narrativo, de la experiencia de juntar palabras. Una lectura imprescindible para quien se dedique justamente a eso, a juntar palabras.
Un podcast
En mis paseos madrileños durante la última semana me han estado acompañando dos voces muy conocidas. Las de Barack Obama y Bruce Springsteen en su podcast Renegades: Born in the USA. Te pueden gustar más o menos, te pueden caer mejor o peor, pero es un podcast interesante. No entran en política, gira más entorno a lo que significó para ellos crecer en Estados Unidos, las relaciones con sus padres, su camino profesional, la historia de la música americana. Y todo ello intercalado con canciones tocadas por Bruce en el momento. En general, una muy buena realización.
Una canción
Después de escuchar tanto la voz de The Boss, descubrí que acaba de sacar una nueva canción en colaboración con John Mellencamp. Se titula Wasted days.
Una frase
Viajar es un ejercicio con consecuencias fatales para los prejuicios, la intolerancia y la estrechez de mente.
- Mark Twain
Esto es todo por hoy. Espero que os haya gustado, hecho pensar o simplemente entretenido.
Os escribo en dos semanas.
P.D. Los comentarios está abiertos a todos. Me gusta saber de vosotros, así que no seáis tímidos.
Qué alegría haber viajado para coincidir precisamente con gente como tú.
Guay!!!! 👏👏 me ha gustado mucho, buenísimo!!!😁😁