Desde que empezó en febrero todo este terremoto, que ha supuesto un cambio drástico en nuestra forma de vivir y relacionarnos, hay una idea que se ha ido haciendo más y más clara en mi mente. Y es la de la importancia extrema de la ciencia para salvar la vida, pero la gran importancia del arte para sobrellevarla. Fue una cosa que me llamó la atención durante la cuarentena pasada y algo que he observado desde entonces. Porque cuando todos estábamos en casa, encerrados y sin salir, con miedo a lo que pudiese pasar o con una simple y llana desgana ante los meses que nos esperaban, el arte sirvió como guía, como luz a través de las tinieblas. Libros, películas, pinturas, música. Se podría ver como una vía de escape para ausentarse de la realidad, pero yo lo veo más como una invitación a darnos y dedicarnos tiempo a nosotros mismos. Esto es algo que ya he comentado muchas veces, y puede que empiece a sonar como un disco rallado, pero el arte nos adentra en nuestro yo más verdadero. Nos hace visitar partes que no queremos ver a plena luz del día y nos abre esa puerta que es la sensibilidad y de la que nace uno de los frutos más grandes, el de la empatía. En estos tiempos locos, de completa incertidumbre y descontrol, saber hacer uso de nuestra empatía y compasión, no solo hacia los demás, sino también hacia nosotros mismo es extremadamente difícil, pero extremadamente necesario. Qué rápido se puede caer en la decepción y frustración ante la forma en la que llevamos ciertas situaciones, y qué poco nos permitimos simplemente ser humanos. Fallar, aceptar que las cosas no vienen como queremos y mirar con ojos empáticos y comprensivos a nuestra realidad. El sentimiento de frustración es uno que la mayoría de nosotros conoce. Cuando las cosas no van como uno quiere, en los tiempos que uno quiere y con el final que uno quiere. Cuando el corazón y la mente van a dos velocidades distintas, una a años luz de la otra, y cuando la certeza de que las cosas deberían ser de otra forma se apodera de todo nuestro ser, nos aferramos a la idea de que estamos haciendo algo mal. Pero no. Simplemente somos humanos y hay ciertas cosas o situaciones que no van a ir como las esperamos. Y eso está bien. No debemos fustigarnos por eso o presionarnos para sentir de otra forma. No se lo exigiriamos a un amigo. Y como dice una muy querida amiga, hay que aprender a ser nuestro propio mejor amigo.
Cuento todo esto para explicar que la poesía y la música me han ayudado muchísimo en esta lucha contra el crítico interior que casi todos llevamos dentro. Me han abierto el corazón (y el entendimiento) a la realidad de que todos somos humanos, con nuestros propios tiempos y nuestra propia realidad. He crecido muchísimo en comprensión, no solo hacia los demás, sino también hacia mi misma. Y eso es un regalo inmensurable.
Acerquémonos más al arte, más a los demás y más a nosotros mismos. Porque ahí es donde está la vida.
Un artículo
Lo firma Carmen Pacheco, periodista a la que sigo mucho por su forma de escribir, su sinceridad y sencillez a la hora de acercarse a temas “aparentemente” sencillos, con un estilo directo y claro. No es de escritura rebuscada e inconexa. Cada texto fluye con claridad y armonía.
He leído este texto varias veces, es corto, pero profundo. Y tiene relación con el tema que he intentado abarcar al principio de esta carta. La empatía, paciencia y amor a uno mismo. Honrar nuestros tiempos, nuestra realidad y, también, a nuestro cuerpo. Qué bonito, qué difícil y qué necesario.
Qué difícil resulta valorar a nuestro cuerpo, cuando el exterior nos bombardea con prototipos, imágenes y opiniones no deseadas. Qué difícil honrarlo, maravillarnos cada día de que siga funcionando y cuidarlo como se merece.
Tu cuerpo es tu mayor secreto. Quizá, de cara a los demás, no dice nada interesante de ti: poco tiempo para ir al gimnasio y una dieta indulgente. Pero nadie más sabe su alcance, su límite, su historia, sus hazañas. Nadie puede imaginar a qué lugares te ha llevado, cómo ha resistido, el placer que te ha brindado. Cada cicatriz y cada arruga son parte de esa historia que solo te pertenece a ti.
No por la imagen que queremos que proyecte, no porque aspiremos a ser “una versión mejor de nosotros mismos” —¿de quién es el baremo que se aplica aquí?—, sino porque nuestro cuerpo es lo único que realmente poseemos.
Aprendí a honrar de verdad a mi cuerpo hace poco menos de dos años. Una batalla diaria por cuidarlo. Y no ha sido hasta hace unos meses que he podido verdaderamente apreciar todo lo que ha hecho por mi, y lo que hace todos los días. Le debo tanto, que las palabras se quedan cortas para agradecer.
Hay que leer este artículo. Es imprescindible.
Una canción
No creo que Van Morrison necesite ningún tipo de introducción. Escuché esta canción esta semana, una mañana lluviosa y gris, sorbiendo un buen tazón de café. Y fui feliz.
Un poema
Descubrí este poema en una charla entre Jesús Terrés y José Bernardo. Se llama Ya no y es de Idea Vilariño. Es duro, pero es bello.
Ya no será
ya no
no viviremos juntos
no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa
no te tendré de noche
no te besaré al irme
nunca sabrás quién fui
por qué me amaron otros.
No llegaré a saber
por qué ni cómo nunca
ni si era de verdad
lo que dijiste que era
ni quién fuiste
ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido
vivir juntos
querernos
esperarnos
estar.
Ya no soy más que yo
para siempre y tú
ya
no serás para mí
más que tú. Ya no estás
en un día futuro
no sabré dónde vives
con quién
ni si te acuerdas.
No me abrazarás nunca
como esa noche
nunca.
No volveré a tocarte.
No te veré morir.
Una cuenta de Instagram
La de Leticia Sala, @leti.sala. Poeta de la generación Instagram. Aunque haya gente que mire a los poetas de Instagram con recelo o menosprecie su arte, simplemente porque hayan nacido en la red, para mí son imprescindibles para entender mi entorno actual y entenderme a mí misma. Leticia tiene en sus poemas una visión muy particular y nítida sobre las relaciones amorosas en la era digital. Una radiografía muy acertada de cómo nos comportamos hoy en día. Nuestras interacciones y forma de relacionarnos en el día a día están tan ligadas a las redes sociales, que ni nos damos cuenta. O, al menos, eso es lo que me pasa a mi. Y sus palabras son sencillas, directas, sentidas.
Estos son algunos de mis poemas preferidos. Pero no todos, porque sino serían demasiados, y además debéis explorar vuestra propia selección.
Hay uno suyo que me encanta sobre los hilos de las conversaciones de Whatsapp y el no borrarlos cuando una relación se acaba. No he podido encontrarlo, pero cuando lo haga os lo pasaré!
La felicidad en 140 caracteres
Que tu helado preferido esté en oferta.
Una frase
La excelencia no entiende de aranceles - la verdad solo tiene un camino y lo difícil no es verlo, lo difícil es andarlo. - Jesús Terrés
Espero que os haya gustado, entretenido o hecho pensar.
Os escribo en dos semanas! Keep safe!
Si te ha gustado esta carta, ¿por qué no compartirla?
Si no estás suscrito y sólo de paso por aquí, pero te ha gustado lo que has leído, ¿por qué no hacerlo?
Si tienes preguntas, los comentarios están abiertos a todos. También me encantaría saber qué opinas.
Si ves que tinyhello le puede gustar a alguien más, compártelo. Todos son bienvenidos en este espacio abierto a las ideas.
Genial Helena, como disfruto leyendote.!!!
Un fuerte abrazo 💕💕💕