#19 Tenernos paciencia
El verano ya está casi aquí, las horas de descanso, de siesta, de cenas sin chaqueta y meriendas bajo el porche. De leer mucho, pasear, tomar el sol y disfrutar de un pedacito más de libertad, ese pedacito que se nos ha escapado en el último año y medio. Pero también está ese tiempo de pesar, de ser conscientes de que el tiempo pasa muy despacio y, de repente y sin previo aviso, muy rápido. La incertidumbre a la que hemos sido acostumbrados, pero también la certeza de que pocas cosas van a ser igual que antes (y, en muchos casos, mejor que sea así).
Una cosa en la que he estado pensando es en la nostalgia que despiertan nuestros veranos pasados, esa certeza (muchas veces equívoca), de que ningún verano va a ser tan bueno como ese que vivimos en el pueblo cuando éramos unos enanos. He de confesar que la pandemia me puso un puntito en la boca al respecto, porque para sorpresa mía y frente a cualquier pronóstico, el verano pasado fue uno de los mejores. Me lo pasé estupéndamente bien, disfruté de mis amigos, de lo que me gusta hacer. Se alinearon los astros, dirían algunos, para que fuese un verano, aunque aparentemente normal, sin viajes exóticos ni eventos estrafalarios, de lo más entretenido y uno que recordaré con muchísimo cariño. Mi verano 2020, en medio de una pandemia mundial, pero, considerando las circunstancias, feliz.
Y esto me ha llevado a pensar qué inútil y sin sentido es pronosticar nada en esta vida. Sólo hace falta pensar que algo va a ir extraordinariamente mal para que se convierta en uno de los mejores momentos de nuestra vida. Y está claro que a la vida siempre le gusta darnos un regalillo así, en plan “¿creías que lo sabías todo? Espérate un segundín…”. Y creo que eso es lo bonito de la vida y del vivir, su imprevisibilidad (porque sino, menudo aburrimiento). Pero también me ha hecho pensar en la paciencia que nos tenemos que tener, cuando las cosas se tuercen o no van como nos gustaría. Démosle una oportunidad a la vida para que nos vuelva a demostrar que sí, que no sabemos nada, y que seguirá siendo así, por muy espabilados que seamos. Siempre nacen cosas buenas cuando nos recostamos y dejemos que la vida haga.
Y precisamente es eso lo que deberíamos hacer en verano, ese horizonte de meses que tenemos que tener planeados hasta el último segundo para no aburrirnos, por miedo a que la vida y el divertimento se nos pasen. Es justo ahí donde entra esa mano que nos guía y nos lleva al puerto de nuestra vida. En esos momentos donde no sabemos nada y, de repente, se enciende una pequeña lucecita que le da a todo sentido. Aguantarnos cuando nos aburrimos, cuando algo en el día se tuerce, o cuando un día es una incesante cadena de eventos que te van ensombreciendo el ánimo y ante los que te preguntas si no ha sido ya suficiente para las próximas 24 horas.
Tenernos paciencia. Y tenerle paciencia a la vida. Y al verano. Al ser en general. Y esperanza porque todo saldrá. Sirvámonos una copa y recostémonos.
Una forma de vivir
Quien lleve por aquí un tiempo sabrá que me encanta Carmen Pacheco. Tiene una forma única de escribir, con cierta melancolía pero muchísima lucidez y ganas de vida. La otra mañana me crucé con un párrafo suyo que resume lo que me gustaría del verano (y, en general, de la vida, porque el verano acaba siendo un estado de ánimo que a mí me gustaría que durase los doce meses).
Soy gran amante, sin embargo, de los placeres inmateriales. Me gusta tomarme días libres y pasarlos sola, sin hablar con nadie ni hacer absolutamente nada de interés. Me gusta ver a mis amigos y tener conversaciones larguísimas, decadentes y divertidas. Me gusta quedarme horas en la cama sin motivo, comer y trabajar tumbada si me apetece. Me encanta tanto el derroche absurdo de energía como la improductividad voluntaria. Me maravillan las fiestas y más aún abandonarlas cuando pierdo el interés. En resumen, me gusta mucho hacer en cada momento lo que me da la gana.
- Carmen Pacheco
Un libro
En estas últimas semanas, me ha estado acompañando, entre otros, el libro de En movimiento, de Oliver Sacks. Es un libro que relata su vida, desde su infancia y adolescencia en Inglaterra, a su paso por un kibutz en Israel y su posterior estancia en Estados Unidos, donde falleció. Aunque no destacaría este libro por su calidad estilística, sí que tiene algo que hace que no quieras dejar de leer, y aunque en varios tramos solo hable de enfermedades neurológicas o experimentos científicos, lo cuenta de tal forma, tan sencilla y clara, que resulta ameno. Supongo que esa es precisamente una de las cualidades que le hicieron tan famoso, a él y a su obra, ese dote para hacer de algo complicado, algo sencillo y de fácil digestión.
Un artículo
En 2015, a Sacks le diagnosticaron varias metástasis en el hígado a causa de un melanoma ocular, que le habían intentado extirpar nueve años atrás. El pronóstico no era bueno, y a sabiendas de ello, escribió una carta en el New York Times. Mediante una comparativa con la autobiografía de Hume, My own life, esta carta se puede entender como su despedida para con sus lectores porque, como él mismo dice, ya se encuentra desapegado del mundo. No indiferente, pero a sabiendas de que ya no es su asunto, ya no le toca a él. Es una carta bonita, sobre todo el final.
I cannot pretend I am without fear. But my predominant feeling is one of gratitude. I have loved and been loved; I have been given much and I have given something in return; I have read and traveled and thought and written. I have had an intercourse with the world, the special intercourse of writers and readers.
Above all, I have been a sentient being, a thinking animal, on this beautiful planet, and that in itself has been an enormous privilege and adventure.
Una artista
Laura Lacambra Shubert. Para mí, sus pinturas son verano. Creo que no necesita más explicación. Simplemente, dejarse absorber por ellas, a un lugar en el que verano significa tranquilidad, siesta, piscina y fruta fresca. Y cortinas de lino.
Un podcast
Estos último días, me ha estado acompañando en mi trayecto al trabajo la charla de Alex Fidalgo con Carlos Alsina en su podcast Lo que tú digas. Cabe mencionar que es una conversación que dura casi dos horas y media, sin corte ni pausa, pero es una charla muy entretenida y amena, que no se hace ni pesada ni demasiado larga.
Una cita
La cultura es garantía de civilidad, porque si nos han de recordar cuándo ceder el asiento es que estamos en la mismísima antesala de la barbarie.
- Jose María Carabante
Esto es todo por hoy, espero que os haya gustado, hecho pensar, o simplemente entretenido un poco. Si es así, no dudéis en compartirlo.
Os escribo en dos semanas.